miércoles, 23 de julio de 2008

Aunque siga brillando la luna, Junio del 2001

Esta es una conversacion entre el capitan Wilder y Spender del capitulo Aunque siga brillando la luna de la novela Cronicas Marcianas escrita por Ray Bradbury en el año 1946. Este es uno de mis capitulos favoritos, junto a Usher II (un mini homenaje a Edgar Alan Poe, del cual la trama del capitulo le hara escribir Farenheit 451 posteriormente), "Encuentro nocturno" ;"La tercer expedicion";"Un camino através del aire";"El marciano" (Disiento con Borges en que este ultimo capitulo mencionado es una patetica variacion del mito de Proteo); y algunos otros tantos capitulos que me hacen pensar en las miserias de la humanidad.
Esta entrada no adelanta nada sobre el desarrollo de la novela, ni el final. Lo que si contiene informacion sobre algunos pequeños datos sobre el capitulo que no causan mayor daño al lector que no haya leido la novela y que quiera hacerlo.
El nombre de este capitulo se debe a la mirada apocaliptica de un verso del poema SO, WE'LL GO NO MORE A ROVING...publicado en la entrada anterior.

Aunque siga brillando la luna, Junio 2001

El capitán estudió su cigarrillo.
-¿Por qué lo hizo?
Tranquilamente Spender dejó el arma en el suelo.
-Porque he visto que los marcianos tenían algo que nosotros nunca soñamos tener. Se detuvieron donde nosotros debíamos habernos detenido hace un siglo.
He paseado por sus ciudades y comprendo a esta gente y me gustaría llamarlos mis antepasados.
El capitán señaló con un movimiento de cabeza un grupo de edificios.
-Es magnífico ese pueblo.
-No es sólo eso. Sí, sus ciudades son hermosas. Los marcianos sabían cómo unir el arte y la vida. El arte fue siempre algo extraño entre nosotros. Lo guardamos en el cuarto del loco de la familia, 0 lo tomamos en dosis dominicales, tal vez mezclado con religión. Bueno, estos marcianos tenían arte, y religión y todo.
-Usted cree que habían llegado al fondo de las cosas, ¿no es así? -Estoy seguro.
-Y por eso empezó a masacrarnos.
-Cuando yo era pequeño mis padres me llevaron a la ciudad de México. Siempre recordaré el comportamiento de mi padre, vulgar y fatuo. A mi madre no le gustaba tampoco aquella gente porque eran morenos y no se bañaban a menudo.
Mi hermana ni les hablaba. Sólo a mí me gustaban realmente. Y puedo imaginarme a mi madre y mi padre aquí en Marte haciendo otra vez lo mismo...
»Para el norteamericano común, lo que es raro no es bueno. si las cañerías no son como en Chicago, todo es un desatino. ¡Cada vez que lo pienso! ¡Oh, Dios mío, cada vez que lo pienso! Y luego... la guerra. Usted oyó los discursos en el Congreso antes de que partiéramos. Si todo marchaba bien, esperaban establecer en Marte tres laboratorios de investigaciones atómicas y varios depósitos de bombas. Dicho de otro modo: Marte se acabó, todas estas maravillas
desaparecerán. ¿Cómo reaccionaría usted si un marciano vomitase un licor rancio en el piso de la Casa Blanca?
El capitán no decía nada, pero escuchaba.
-Luego vendrán los otros grandes intereses. Los hombres de las minas, los hombres del turismo -continuó Spender-. ¿Recuerda usted lo que pasó en México cuando Cortés y sus magníficos amigos llegaron de España? Toda una civilización destruida por unos voraces y virtuosos fanáticos. La historia nunca perdonará a Cortés.
-Hoy usted tampoco se ha comportado muy bien, Spender -observó el capitán.
-¿Qué podía hacer? ¿Discutir con usted? Estoy solo contra todos los granujas codiciosos y opresores que habitan la Tierra. Vendrán a arrojar aquí sus cochinas bombas atómicas, en busca de bases para nuevas guerras. ¿No les basta haber arruinado un planeta y tienen que arruinar otro más? ¿Por qué han de ensuciar una casa que no es suya? Esos fatuos charlatanes. Cuando llegué aquí no Sólo me sentí libre de toda esa supuesta cultura, sino también de la moral y las normas y las costumbres terrestres. Mis coordenadas son distintas, pensé. Lo único que
tengo que hacer es matarlos Y luego vivir mi propia vida.
-Pero no le salió bien -dijo el capitán.
El capitán inclinó la cabeza.
-Cuénteme algo de esa civilización -dijo señalando con la mano las ciudades de la montaña.
-Sabían cómo vivir con la naturaleza, y cómo entenderla. No trataron de ser sólo hombres y no animales. Cuando apareció, Darwin cometimos ese error. Lo recibimos con los brazos a abiertos y también a Huxley y a Freud, deshaciéndonos en sonrisas. Después descubrimos que no era posible conciliar las teorías de Darwin con nuestras religiones, o por lo menos así pensamos. Fuimos unos estúpidos. Quisimos derribar a Darwin, Huxley y a Freud. pero eran inconmovibles.
Y entonces, como unos idiotas, intentamos destruir la religión.
»Lo conseguimos bastante bien. Perdimos nuestra fe y empezamos a preguntarnos para qué vivíamos. Si el arte no era más que la derivación de un deseo frustrado, si la religión no era más que un engaño, ¿para qué la vida? La fe había explicado siempre todas las cosas. Luego todo se fue por el vertedero, junto con Freud y Darwin. Fuimos y somos todavía un pueblo extraviado.
-¿Y estos marcianos encontraron el camino? -preguntó el capitán.
-Sí. En Marte aprendieron a combinar ciencia y religión para que funcionaran juntas, y se enriquecieran así mutuamente, sin contradecirse.
-Una solución ideal.
Los marcianos descubrieron el secreto de la vida entre los animales. El animal no discute su vida, vive. No tiene otra razón de Vivir que la vida. Ama la vida y disfruta de la vida. Observe la estatuaria; cómo los símbolos animales se repiten una y otra vez.
-Parece algo pagano.
-Al contrario, son símbolos divinos, símbolos de vida. También en Marte el hombre había llegado a ser demasiado humano, y no bastante animal. Los hombres de Marte comprendieron que si querían sobrevivir tenían que dejar de preguntarse de una vez por todas: «¿Para qué vivir?» La respuesta era la vida misma. La vida era la propagación de más vida, y vivir la mejor vida posible. Los marcianos comprendieron que se preguntaban «¿Para qué vivir?» en la culminación de algún período de guerra y desesperanza, cuando no había respuestas. Pero cuando la civilización se tranquiliza y calla, y la guerra termina, la pregunta se convierte en insensata de un modo nuevo. La vida es buena entonces, y las discusiones son inútiles.
-Me parece que los marcianos eran bastante ingenuos.
-Sólo cuando les convenía. Renunciaron a empeñarse en destruirlo todo, humillarlo todo. Combinaron religión, arte y ciencia, pues en verdad la ciencia no es más que la investigación de un milagro inexplicable, y el arte, la interpretación de ese milagro. No permitieron que la ciencia aplastara la belleza. Se trata simplemente de una cuestión de grados. Un hombre de la Tierra piensa: «En ese cuadro no hay realmente color. Un físico puede probar que el color es sólo una
forma de la materia, un reflejo de la luz, no la realidad misma». Un marciano, mucho más inteligente, diría: «Este cuadro es hermoso. Nació de la mano y la mente de un hombre inspirado. El tema y los colores vienen de la vida. Es una cosa buena».
-He encontrado un motivo para luchar y vivir. Eso me hace más peligroso. He encontrado algo que es para mí como una religión. Como aprender a respirar otra vez. Sentir en la piel la caricia del sol, dejar que el sol trabaje en uno, escuchar música, leer un libro. ¿Qué me ofrece en cambio la civilización de usted?

Esta entrada esta editada y solo he dejado las partes que sirven para el mensaje de la conversacion.

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